2024Adán se masturbaba en el EdénProyecto expositivoCúmul, Castellón


Aunque no haya una pretensión clara respecto al imaginario que compone el artista, la acción de Adán perturba lo cotidiano y nos brinda un extrañamiento con el que tejer otros mundos. La colocación donde nos sitúa esta interfaz en la heterogeneidad de los márgenes de la matriz heteropatriarcal- perfora una naturaleza que ya no puede distinguir el interior y el exterior, lo artificial de lo natural, filtrando así un desplazamiento queer que atiende a una condición postnatural. Esta refleja cómo la idea de naturaleza ha sido producida y después reinsertada en aquello que es real.

Oriol Montero


En mis tiempos libres suelo registrar algunos de los momentos que vivo en mi día a día. A lo largo de los últimos años he acumulado imágenes que ilustran varias escenas de mi vida sin ningún tipo de pretensión inicial. En ellas pueden percibirse aspectos plenamente cotidianos: paseos por playas o bosques, secuencias en la intimidad del hogar e imágenes cuyo objeto de capturación es completamente irrelevante. A mi modo de ver, esconden un modo de ser desde la disidencia sexual y de género que se escapa de la realidad más objetiva. Hallamos un imaginario más poético y abstracto en cuanto a su significado; muchas de esas referencias a la alteridad se encuentran subordinadas al contenido que se observa. De forma críptica, no parecen hacer alusión directa a mi identidad de género y mucho menos parecen reflejar un modo de ser disidente.

Sin embargo, creo que una interpretación de lo queer aparece aquí de forma mínima. A través de pequeños guiños a una vida aparentemente ordinaria, asistimos a la negociación entre una vida hegemónica, o, mejor dicho, heteronormativa, y la imperante necesidad de provocar una salida de nuestro abrumador presente. En esa encrucijada es donde encontramos elementos efímeros de una posible utopía, que nacen de la necesidad de encontrar momentos fuera de la heteronorma y de desviarse de los caminos y las rutas que culturalmente nos vienen predestinadas. Asimismo, todas las imágenes podrían dividirse en dos grandes grupos: la naturaleza y el hogar. Tanto la naturaleza como una vía de escape y anonimato y el hogar como ámbito privado parecen apuntar a lo mismo: el espacio público como lugar problemático. Ahora bien, más que interesarme cómo operan esos espacios y por qué, lo que quisiera rescatar aquí concretamente es qué ocurre detrás de esas imágenes y cómo podemos hacer una lectura distinta de ellas. El objetivo reside en introducir apariciones que vislumbren otros avatares políticos en los espacios de producción cultural que nos permitan seguir imaginando un futuro esperanzador fuera de la reproducción normativa.

Cabe mencionar que, cuando observo esas imágenes, no veo en absoluto un trabajo fotográfico. Creo que en ellas la idea de lo fotográfico o lo documental carece de sentido, ya que no tiene la pretensión de constatar una realidad. Cerca de la concepción vernácula del medio, pienso en esas representaciones como simples posibilidades a partir de lo cotidiano. A partir de la relación que se establece entre ellas es donde las imágenes vibran. Con cada movimiento, con cada tensión, se abre la posibilidad a otras lecturas. Y ahí, en las imágenes de la disidencia, en su superficie, es donde se puede operar una cadencia distinta de lo visual. Lejos de hacer una apología blanqueada de la naturaleza y ofrecer una visión domesticada de la misma, parece que utilizar la metáfora del jardín nos permite imaginar una multiplicidad de escenarios. Un espacio completamente en construcción mediante el cual pueden recrearse metáforas, escenas o realidades, que parte de una supuesta invención ficcional, pero que nos sirve para proyectar otros escenarios potenciales.



















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